miércoles, 17 de marzo de 2010

Amaneceres de primavera.

La primavera se acerca y con ella mi sistema inmune empieza a loquear.
Consecuencia de ello, hoy me levanté con los ojos hinchados y rojos como tomates. Nada grave, suficiente con echar mano del antihistamínico y de las gafas de sol.

Lo gracioso llegó al entrar a clase. Ni al más dormido de los polluelos pasaron desapercibidos mis ojos irritados así que pronto empezaron a disparar las más dispares conjeturas: profe tienes los ojos como intermitentes, vienes de reenganche?... uuuy profe, ayer noche romántica ... a tus años ya deberías saber que la maria a estas horas no sienta bien... nochecita loca, eh?.....
Reímos mucho. Aclaré la verdadera razón de mi lamentable aspecto y seguimos riendo. Costó comenzar la clase.

La verdad es que la cosa me ha dado que pensar. Fue una chica la que supuso una ”noche romántica”, su compañero de al lado el que pensó en una “noche loca”. Ahí está un claro ejemplo de que la psicología diferencial de género existe. Mientras él visualizaba una sudorosa noche de mete y saca compulsivo, ella idealizaba una velada tierna, de entrega mutua y emociones compartidas.
Por un momento pensé en comentarlo, en hacerles reflexionar acerca del detalle. Pero no lo hice, al fin y al cabo ni él, ni ella, ni los demás, tienen aún la mínima idea de lo que supone un amanecer fatigoso después de una “noche loca” y, mucho menos, de cómo son esas otras mañanas que llegan tras la magia inexplicable de una “noche romántica”.

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